Azucarado impuesto

Fui educado en el consumo natural. La comida diaria estaba acompañada de las jarras de agua de limón, fresa, melón, papaya, guayaba, horchata o jamaica. El Peñafiel de sabor estaba guardado bajo siete llaves. A la espera de amistades, comidas campestres y grandes ocasiones.

Aunque luego me liberaba de la disciplina familiar, y en la tiendita del Colegio Portugal, donde cursé la secu, llenaba la cisterna con un bolillo embarrado con crema y coronado con un chile jalapeño, acompañado del endulzado líquido, suficiente y necesario para que la comida siguiera su curso en la resbaladilla estomacal; la condición de estudihambre impidió la diaria degustación, desafortunadamente.

A final de cuentas el hábito hizo al monje. El refresco no forma parte de mi dieta, salvo contadas excepciones, cuando me invitan a la gorra en la casa de familiares y amigos queridos, donde consumimos las excepcionales parrilladas de Luis Fernando o la deliciosa comida yucateca de la señora Reyna, o las inigualables botanas de Alejandro, muy al estilo de las desaparecidas cantinas, clásicas y de memorables recuerdos culinarios.

El Gobierno Federal pretende ordenar a sus descarriados hijos, caídos en la desgracia por alguna adicción, a punta de elevados impuestos.

Primero fueron los fumadores de cigarros. Ahora les toca a los consumidores de refrescos y bebidas saborizadas con azúcar añadida. Ojalá mañana les llegue el turno, con elevadísimo gravamen, a los irredentos adoradores de Baco.

La Reforma Hacendaria enarbola la bandera de la salud para aplicar el IVA al chesco. Noble es la intención de devolver a las princesas aztecas la vistosa figura: cinturita de 60 centímetros por 90 de bubbis y 90 de pompis, naturalitas, sin prótesis de por medio, como el Bombón Silicón, Ninel Conde.

A su vez las damas se echarán un taquito de ojo -sin caer en placenteras fantasías, sueños guajiros o infidelidades visuales-, al mirar el abdomen de lavadero de los apuestos mexicanos, irreconocibles todos, al desaparecerles la panza chelera, propia del señor que aparece en la televisión como parte integrante de los 400 pueblos, muy dados a exhibirse en topless para mostrar la zona donde algún día estuvo la presentable cintura y el acomodado obligo.

Razón le sobra a la propuesta gubernamental. El periodista Carlos Puig ofrece datos: “Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, los niños en edad escolar (ambos sexos), de 5 a 11 años, presentaron una prevalencia nacional combinada de sobrepeso y obesidad en 2012 de 34.4%, 19.8% para sobrepeso y 14.6% para obesidad, mientras que en los adultos la prevalencia combinada es de 73% para las mujeres y 69.4% para los hombres. México es el país con el primer lugar con mayor sobrepeso y obesidad, así como el primero en prevalencia de diabetes entre los países miembros de la OCDE” (Milenio Diario, “Duda Razonable”, 12/9/13).

El problema es mayor. Multifactorial. Para lograr tan preclaro como saludable propósito, se requieren diversas decisiones que aporten múltiples soluciones, a saber: acabar con el sedentarismo, fomentar el ejercicio, enderezar los torcidos hábitos alimenticios de la niñez, promover la ingesta de frutas y verduras al alcance, sobre todo, de la fregada clase trabajadora que hoy recibe un salario de miseria para lonchar, sólo, el pan dulce humedecido con refresconormal.

Tranquiliza a los consumidores de pocos recursos económicos, la posibilidad de que a los refrescos light y zero calorías no se les aplique el IVA, con lo que vendría una reorientación en tipo de bebida, para conservar el primer lugar universal: 163 litros por persona por año, se estima.

Guardemos la Coca Cola. Saquemos el agua de limón. Quitemos la sal de la mesa. Evitemos la refinada azúcar.

Porque alguien tiene que escribirlo: Los ingratos hijos, ambos diputados locales, se revelan. Los cables de la gratitud se les enredan. Desconocen a sus padres políticos. Los señalan con el dedo flamígero. Hablan mal de ellos. Así se llevan en la revolucionaria familia.

Goyito Zamarripa Delgado afirma, después de alabar la economía y seguridad estatal, que “no hay amor a la obra de Carlos Lozano”, “no hay cercanía del gobernador con la gente”, “yo preferiría índices modestos, pero tener el cariño de la gente” (La Jornada Aguascalientes, 21/9/13).

Y José Luis Alférez Hernández se queja amargamente del regreso del PRI a la alcaldía de la capital: “Hace cinco años los maestros complicaban las cosas (?), el gobierno municipal era caótico, el Aguascalientes de Gabriel Arellano era muy violento y ya no alcanzó a enderezarlo” (LJA, 20/9/13).

Más clavos a la cruz de 2015, año de elección federal.

Por: Mario Granados Roldan

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